lunes, 19 de diciembre de 2016

TOBÍAS. CAPÍTULO 2.

La desgracia de Tobit

21Durante el reinado de Asaredón regresé a casa; me devolvieron a mi mujer, Ana, y a mi hijo, Tobías. En nuestra fiesta de Pentecostés (la fiesta de las Semanas) me prepararon una buena comida. 2Cuando me puse a la mesa, llena de platos variados, dije a mi hijo, Tobías:
-Hijo, anda a ver si encuentras a algún pobre de nuestros compatriotas deportados a Nínive, uno que se acuerde de Dios con toda el alma, y tráelo para que coma con nosotros. Te espero, hijo, hasta que vuelvas.
3Tobías marchó a buscar a algún israelita pobre, y cuando volvió, me dijo:
-Padre.
Respondí:
-¿Qué hay, hijo?
Repuso:
-Padre, han asesinado a un israelita. Lo han estrangulado hace un momento, y lo han dejado tirado ahí, en la plaza.
4Yo pegué un salto, dejé la comida sin haberla probado, recogí el cadáver de la plaza y lo metí en una habitación para enterrarlo cuando se pusiera el sol. 5Cuando volví, me lavé y comí entristecido, recordando la frase del profeta Amós contra Betel:
6<<Se cambiarán vuestras fiestas 
en luto,
vuestros cantos en elegías>>,
7y lloré. Cuando se puso el sol, fui a cavar una fosa y lo enterré.
8Los vecinos se me reían:
-¡Ya no tiene miedo! Lo anduvieron buscando para matarlo por eso mismo, y entonces se escapó; pero ahora ahí lo tenéis, enterrando muertos.
9Aquella noche, después del baño, fui al patio y me tumbé junto a la tapia, con la cara destapada porque hacía calor; 10yo no sabía que en la tapia, encima de mí, había un nido de gorriones; su excremento caliente me cayó en los ojos y se me formaron nubes. Fui a los médicos a que me curaran; pero cuantos más ungüentos me daban, más vista perdía, hasta que quedé completamente ciego. Estuve sin vista cuatro años. Todos mis parientes se apenaron por mi desgracia, y Ajicar me cuidó dos años, hasta que marchó a Elimaida.
11En aquella situación, mi mujer, Ana, se puso a hacer labores para ganar dinero. 12Los clientes le daban el importe cuando les llevaba la labor terminada; el siete de marzo, al acabar una pieza y mandársela a los clientes, éstos le dieron el importe íntegro y le regalaron un cabrito para que lo trajese a casa. 13Cuando llegó, el cabrito empezó a balar. Yo llamé a mi mujer, y le dije:
-¿De dónde viene ese cabrito?
¿No será robado? Devuélveselo al dueño, que no podemos comer nada robado.
14Ana me respondió:
-Me lo han dado de propina, además de la paga.
Pero yo no lo creía, y abochornado por su acción, insistí en que se lo devolviera al dueño. Entonces me replicó:
-Y ¿dónde están tus limosnas? ¿Dónde están tus obras de caridad? ¡Ya ves lo que te pasa!

Explicación.

2 Sobre Tobit se abaten las desgracias en tres olas sucesivas: la fiesta turbada, la pérdida de la vista, la pérdida de la paz familiar. La primera provoca los comentarios burlones de los vecinos, la segunda excita la compasión de los parientes, la tercera hace estallar los reproches de la mujer. El primer comentario podría debilitar la fe de Tobit si la Escritura recordada no fortificara su convicción. El tercero, que afronta el problema de la retribución, pone a dura prueba la fe de Tobit. De la profundidad de su dolor brotará la súplica del cap.3.
El relato procede con fluidez, velocidad y eficacia. En este capítulo, con la plegaria de 3, 1-6 confluyen dos influjos patentes. El de Job, honrado e inocente, sobre quien se abaten desgracias. Las confesiones postexílicas, que en boca de un inocente adquieren nuevo sentido.

Con ésto se aclara la función del capítulo precedente. Tenía que quedar claro que Tobit es inocente, que sufre sin culpa, que es probado por Dios y supera la prueba. El principio de la retribución no actúa inmediata ni mecánicamente. La Vulgata amplifica la comparación con Job.

2,1 La fiesta de las Semanas se celebraba con peregrinación a Jerusalén. Algunos piensan que en ella se renovaba la alianza. En el destierro hay que prescindir de muchos ritos: la comida festiva parece ser lo principal, quizá acompañada de lecturas y plegarias bíblicas.

2,2 Tobit exige que el convidado sea "pobre y fiel al Señor": acto de caridad que se nos antoja bastante selectivo. Quizá piense que sólo un israelita observante, tamibén de los preceptos de pureza legal, podía participar en un banquete de carácter religioso. Véase la legislación de Dt 16,9-12 y 26,11. Con el invitado se abre el círculo familiar y se experimenta la solidaridad del pueblo desterrado.

2,3 Los verbos en voz pasiva sugieren el anonimato e impunidad del asesinato.

2,5 El contacto con un cadáver contaminaba (Nm 19,14-16). Noticia importante para el narrador.

2,6 Con una cita de Escritura interpreta un hecho presente como cumplimiento de una profecía: la amenaza de Am 8,10 contra el culto cismático de Betel; que se extiende también a Dan, el santuario gemelo. El asesinato de un desterrado, si no castigo personal, es consecuencia del pecado colectivo y en ese espíritu debe ser aceptado. A Tobit aunque inocente toca llorar. La cita de Escritura es procedimiento frecuente en 1 Mac y tiene un antecedente en Jr 26m18.

2,9 Dado que el banquete se celebraba por la tarde y se prolongaba, las desgracias se suceden en breve espacio. El baño es ritual, para eliminar la contaminación con el cadáver. El texto de AB excluye el baño.

2,10 Según el relato tradicional, Ajicar perseguido tuvo que ocultarse (es posible que Elimaida sea lectura errónea de un hebrero "ocultarse"). Como en 1 Mac 6,1, Elimaida es la región montañosa de Elam. Nada pierde el relato suprimiendo la noticia de Ajicar, pues lo lógico es que la mujer cuidase de Tobit.

2,11 Hilar y tejer eran labores femeninas, útiles y productivas (según Prov 31,19.22.24). Pero vivir a expensas de la mujer es humillante (según el dictamen de Eclo 25,22).

2,12 La versión S da la fecha con el nombre macedonio del mes de marzo; cae unas semanas antes de la Pascua. Es posible que el regalo estuviese escogido pensando en la fiesta próxima, de acuerdo con la legislación (Ex 12,5).

2,13 La reacción de Tobit es la de un hombre suspicaz, y su insistencia es irritante. Aunque la ceguera lo disculpe, una honradez propia que piensa mal de los demás no es ejemplar. Sobre objetos o animales robados legisla Ex 21,37-22,12.

2,14 La reacción de Ana es explicable y justificada. En cambio, el contrataque ad hominem, desafiando el principio de la retribución, la coloca al lado de la mujer de Job (Job 2,9). La última frase griega es dudosa.



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